ISIDORO HEREDIA TEJADA

 

               Encontrándome revisando y catalogando los múltiples legajos que componen nuestro archivo municipal, apareció una carta dirigida al alcalde de este pueblo en la que se le solicitaba la dedicación de una calle al Capitán del Ejército Español, don Isidoro Heredia Tejada.  Aquella carta decía así:

 

 Madrid, 14 de marzo de 1931

 

Sr. Alcalde-Presidente del Ayuntamiento de Galilea.

 

Muy señor mío y de mi distinguida consideración:

 

En nombre de unos cuantos compañeros y amigos del Capitán don Isidoro Heredia Tejada, y en el mío propio, me tomo el atrevimiento de enviar a usted esta carta, notificándole lo siguiente:

 

A raíz del advenimiento de la República, el Ayuntamiento vallecano dio una mues­tra de cariño hacia el difunto Capitán Heredia, rotulando con su nombre la calle donde vivió, y en la que fue detenido por la dictadura "primoriverista" y trasladado a la prisión de Montjuich, donde falleció tras cruel e inhumana prisión.

 

Los elementos republicanos de la citada barriada madrileña piensan añadir a este recuerdo una lápida en la referida casa, perpetuando de esta forma su memoria para aquél que tanto lucho por los ideales democráticos.

 

Por otra parte, las Cortes Constituyentes españolas acaban de votar una pensión nacional extraordinaria, equivalente al sueldo que disfrutaría nuestro inolvidable amigo y compañero, para su viuda e hijos, y su figura ha sido enaltecida en el Par­lamento unánimemente por todos los partidos que lo representan.

 

Los diarios madrileños en diversas fechas han publicado sendas informaciones a su recuerdo y a tal efecto, le remito, entre otros, el heraldo de Madrid en el día que se cumplió el cuarto aniversario de su muerte, donde un periodista hace una entre­vista a uno de los hijos de nuestro inolvidable amigo.

 

Adjunto también, por separado, un ejemplar del primer número del semanario Or­den, editado en el Puente de Vallecas, y el que figura una fotografía suya, con la petición que anteriormente le expongo.

 

Todas estas pruebas son más que suficientes para que, en nombre de mis amigos, formule a usted, como alcalde de ese Ayuntamiento, la siguiente proposición por ser de justicia:  colocación de una lápida en la casa donde nació y rotulación de la calle donde vivió sus primeros años, como demostración de agradecimiento a su fi­gura excelsa y enaltecida por la democracia española, y como recuerdo imperece­dero de sus paisanos para aquél que tanto estimó a su pueblo natal y del que tan­tos recuerdos le oímos formular en diferentes ocasiones.

 

En la seguridad que serán transmitidos nuestros ruegos al Ayuntamiento Pleno que usted preside, por ser motivo de orgullo para ese pueblo de Galilea contar con hijos tan excelsos como nuestro inolvidable compañero y amigo, le saluda afectuosa­mente,

 

El Capitán Pedro López.

 

 

               D. Isidoro Heredia Tejada nació el día 7 de abril de 1878, a las once de la mañana.  Fueron sus padres D. Nicolás Heredia Sáenz, que más tarde sería alcalde de Galilea y que en el momento del nacimiento de su hijo era juez de paz, y de Justa Tejada Espinosa, natural de Ausejo. La infancia en Galilea del capitán Tejada, pasa totalmente desapercibida hasta que cumple 19 años y su vida se encamina hacia la carrera militar.  El 1 de agosto de 1897 in­gresó en la caja de reclutas de la zona militar de Logroño y es llamado a concentración el 18 de diciembre.  El 21 del mismo mes es destinado al 10º Regimiento Montado de Artillería, incorporándose en la capital de España.  Un año más tarde de ingresar en caja es ascendido a cabo.

 

               Con el comienzo del siglo, el día 1 de febrero, asciende a sargento de artillería.  El 4 de ju­lio marcha con su regimiento a Vicálvaro, donde queda acampado hasta el 30 de junio de 1902 que retorna a Madrid.  En 1903, con la subida al trono de Alfonso XIII se le concede la medalla de la jura del monarca, según R.O.C. de 1 de mayo.  El 21 de febrero de 1904 es destinado con su batería a las Islas Baleares, quedando destacado hasta el 27 de agosto.

 

               En 1906, según R.O. del 21 de enero se le concede la Cruz de plata al mérito militar con distintivo blanco, en reconocimiento a los extraordinarios servicios prestados con motivo de las maniobras y revista militar verificadas en el mes de octubre anterior en honor del Presidente de la República Francesa.  Según oficio del Gobernador Militar de Madrid del 17 de agosto, fue indultado de le penalidad en que incurrió por el matrimonio contraido con doña Luisa Coronado Viejo, según dictamen de los auditores, fiscal y General del Primer Cuerpo del Ejército.

 

               En los siguientes cinco años, y una vez destinado a la Comisión Central de Regenta, su actividad se  centra en trasladar desde Irún hasta Madrid, el ganado comprado en Francia para uso del Ejército, siendo felicitado en diversas ocasiones por el celo puesto en su trabajo. El 27 de junio de 1912 es ascendido a segundo teniente, y se le destina al Tercer Regimiento Montado de Artillería, trasladándose a Larrache el 6 de agosto y quedando acampado en la ciudad de Nador.  Estando en este destino se le concede la cruz de plata al  mérito militar, con distintivo blanco en recompensa en los trabajos realizados en la compra de ganado realizada en años anteriores.  Entre los días 23 al 26 de abril de 1913 dio guardia al príncipe Imperial Jarral el Aldedre.

 

               Entre las acciones efectuadas por el capitán Heredia en la guerra de Marruecos cabe destacar la que llevó a cabo el 29 de mayo  de 1913.  En esta fecha tuvo que salir con su batería para Alcazarquivir efectuando un exhaustivo reconocimiento por los márgenes del río Mad-Red.  Estando acampado en Sidi -Aissa fue tiroteada su posición por las tropas marro

Islas Chafarinas

quíes.  Dispuso la batería para repeler la acción pero no fue necesario disparar ni un solo tiro ya que el enemigo se retiró anticipadamente.  Días más tarde formó parte de una columna al mando del coronel Castell que, con fuerzas de infantería y caballería, hicieron frente en los montes de Sidi-Aissa.  Siguió todo este año destinado en Marruecos hasta que, a finales del mismo, fue trasladado a la capital de España.  En 1917 le sería conce­dida la medalla al mérito militar ce Marruecos como compensación a su campaña en África.

               Años más tarde, en 1921, nuevamente se le destina a Marruecos donde se encarga de un trabajo que conocía suficientemente: el depósito de ganado y su traslado a las diferentes compañías acantonadas en Tetuán y en otras ciudades de Marruecos.  Ya en el año siguiente interviene en la toma de Alad-Yalija, Dar- Alengas y otros poblados del norte de Marruecos, interviniendo en otras acciones militares por lo que se le concede la Cruz Militar de la Orden de San Hermenegildo.  Dos años más tarde se hizo cargo del mando y la administración de la 9ª batería, asistiendo a la jura de bandera del reemplazo de 1923, y siendo felicitado por S.M. el Rey, por el brillante estado de instrucción en que se presentó la tropa en dicha solemnidad.

 

               En noviembre de 1924 marcha a Madrid en calidad de instructor de los reclutas del Regimiento de Infantería de Saboya número 6. Al mes siguiente es nombrado profesor de la

 Academia de Sargentos, haciéndose cargo de dicho cometido en abril del siguiente año.  Es en este año de 1925, en el mes de agosto, cuando asciende a capitán de artillería.  Apenas un año más tarde, el 14 de julio de 1926, fue condenado a la pena de tres años y seis meses de prisión militar correccional, que pasa a cumplir en las Islas Chafarinas.   El día 15 de noviembre de 1927 fallece en las lóbregas mazmorras del castillo de Montjuit adonde había sido trasladado por las fuerzas represoras de la dictadura de Primo de Rivera. En 1930, depuesta la dictadura, es amnistiado.  De poco le sirvió

 

             

  ¿Cuál fue la causa concreta que originó la condena del capitán Heredia?.  Nada dice la carta transcrita al inicio, ni tampoco aclara mucho los diarios de sesiones del Congreso de los Diputados, de febrero de 1933, cuando se vota la concesión de una pensión a su viuda e hijos. Todo hace suponer que le motivo principal de su proceso fue su agrupación con otros componentes del estamento militar, dirigidos por el comandante D. Segundo García para provocar una actitud colectiva que derribase a la dictadura militar. Fue este oficial el que comenzó a agrupar fuerzas militares a las que convocó, en enero de 1925, en el café Nacional de Madrid. En dicha reunión, a la que acudieron 277 oficiales entre los cuales se supone que estaba el capitan Heredia, se acordó constituir en todas las provincias, Juntas que recaudasen fondos para los compañeros muertos en la guerra de Äfrica. Los fondos, en realidad, iban a ser destinados para financiar los gastos de viaje, impresos, etc indispensables para la conspiración. Sin embargo apareció un delator, y el comandante García y el capitan Heredia, entre otros, ingresaron en prisiones militares. Allí fue donde contrajo la temible enfermedad de la época, una tuberculosis, que le provocó la muerte sin ningún tipo de ayuda por parte de sus superiores.

 

               Sea como fuere lo cierto es que el capitán Isidoro Heredia murió en la defensa de unos ideales que, dado en el momento en el que los defendió y desde la institución en que lo hizo, ambas totalmente adversas en aquellos oscuros tiempos, es obligado reconocer el gran sacrificio de este militar que nunca renunció de sus orígenes, allá donde estuviera, en su corta carrera militar.